miércoles, 21 de julio de 2010

Dia de bici, noche rusa.

20 de Julio
Día de bici


No pensaba que este día podría ser así. Casi me explotan las piernas
Todo comenzó siendo una tranquila mañana, recorriendo un parque pequeñito pero lleno de encanto: el Viktoriapark en el barrio de Kreuzberg (monte de la cruz). Es una colina de unos 50 o 60 metros de altura y desde su cumbre se divisa gran parte de la ciudad. Lo que no se ve es porque lo tapan los árboles de este frondoso oasis.
Montones de caminos se entre cruzan mientras en tu caminar van apareciendo praderas con gente tumbada tomando el sol o parque infantiles. En una de esas praderas se ve la famosa cruz de madera. Arriba del todo nos encontramos con un enorme monumento desde donde se divisa la ciudad. Desde ahí también se puede ver una cascada bajando por toda la ladera norte, que los niños y algún que otro adulto usan para refrescarse dándose enormes baños. Luego al bajar de la colina y ya en la calle Methfesselstrase, encontré un precioso merendero llamado Kaiserstein, que al abrigo de sus enormes árboles me incitaron a tomarme un buen tentempié.

Por la tarde quedé con Koldo. Me quería enseñar algo el barrio de Kreuzberg y la verdad es que lo vimos todo o casi. Lo que más me gustó fue el largo paseo en bici, pegados al canal Urbanhafen. Es un canal que se hizo para transportar materiales en la reconstrucción de Berlín. A lo largo de él ves a montones de gente tomando el sol, hay una piscina y sobre todo me encantó el mercado callejero del barrio turco. Un lujo para los ojos y el paladar: frutas, especias, pescados, chipirones, telas…
Contra más al este vas, la gente es más hippie. De ahí fuimos hacia un lugar con arena de playa, varios chiringuitos y música regeae, de ese lugar ya te hablaré más tarde pues he quedado en ir con una amiga de una amiga.
Por el camino nos encontramos con una parte del muro que se ha reconstruido. Se le encargó a una serie de pintores para que lo decoraran, pero hubo gente que consideraron que lo pagado no era suficiente y dejaron su espacio en blanco, lo que la gente aprovechó para garabatearlo y poner su huella. Continuamos hasta Alexanderplaz y ahí me llevó a un pequeño bar en el que todos eran gays. En este lugar había una rusa que al ver en mí al único etéreo, se me lanzó a darme besos. Fue un final apoteósico.

Bueno el final realmente fue que cuando quise regresar a casa, a eso de las 1.30 de la noche, el metro estaba cerrado y me tocó volver dando pedales con las piernas a punto de explotar. A la cama y mañana me levantaré a las tantas, por primera vez.